Este articulo fue escrito por mi hermano ZaFarrancho, patriota sin igual y militante de las mas nobles causas del pueblo dominicano.
El 19 de Mayo, de aquel año glorioso, el cual debió quedarse en la memoria de los dominicanos como el año de la rectificación y del camino hacia la democracia social y económica del país, y del tan anhelado decoro reclamado por tan vibrante juventud. En esta fecha un grupo de hombres se preparaba para dar el giro que necesitaba la lucha del pueblo, detenida por la vergonzosa y descarada invasión extranjera.
Un gran objetivo: El Palacio Nacional, símbolo del poder del Estado Dominicano. El cual se encontraba en las afueras de la zona que controlaban los constitucionalistas, muy cerca de un área neutral permitida inicialmente por el gobierno de Caamaño y que servia para la evacuación de ciudadanos extranjeros, y que en realidad lo que perseguia era dividir la zona rebelde.
La Casa de Gobierno estaba custodiada por un pequeño grupo de hombres, motivo por el cual la operación lucia factible. A los patriotas que intentaban la toma del Palacio (no obstante conocedores del peligro que corrian), les sobraba coraje, vergüenza y decisión para lograr el triunfo simbólico que cambiaría el curso de la guerra.
En la zona del honor, los valientes se preparaban, cargaban sus fusiles, calzaban sus botas y se preparaban en silencio, un silencio inquebrantable. Estaban concientes del peligro que les asechaba. Corría el rumor por las calles. A pocos metros del Palacio se encontraba el asesino, blandiendo su fusil criminal; francotiradores desalmados, destructores de sueños de reivindicación, se guarecían silentes, en la posición indicada en el momento desgraciado.
31 años de dictadura no impidieron que una nueva generación de soldados cuyos padres estuvieron comprometidos con las cadenas de la opresión, iluminaran el camino que debíamos seguir en la quebrantada e incipiente democracia.
Dichos hombres junto a los jóvenes del movimiento revolucionario Catorce de Junio (1J4) que levantaba la antorcha dejada por aquella raza inmortal, se unieron en el decisivo momento, que necesitaba la historia para tornar el momento a favor del pueblo.
En un principio la desconfianza se adueño de ambos grupos de valerosos hombres, los verdinegros, con toda la razón, pues vieron a su máximo líder caer bajo la traición y las falsas promesas de ese mismo ejército al que pertenecían este selecto grupo de hombres. Los guardias constitucionalistas por las décadas de mentira y difamación de que fueron objeto todos aquellos que tuvieron ideas progresistas y más aún ideas Marxistas.
La hora de salida de aproximaba, en la ciudad se reflejaba la expectativa de que algo estaba por suceder, la Puerta del Conde observaba absorta la salida reivindicadora de los jóvenes democratas que reclamaban con las armas, lo que la diplomacia se negaba a entregarle al pueblo dominicano.
Se aproxima el cambio de guardia en la posición asesina, y llega sediento de sangre el criminal mercenario de una lucha ilegitima, a la cual no debió presentarse. Balas asesinas fabricadas probablemente en algún estado de la flamante Unión, para dar empleo y progreso a los hijos de la gran nación opresora.
El grupo toma el camino los llevará a la cita histórica. Unos metros antes de la verja perimetral del Palacio comienza el combate, los luchadores del pueblo avanzan hacia el objetivo, pero un sorpresivo y descarado ataque por la espalda los sorprende y coloca entre dos fuegos. El Coronel Fernández Domínguez es el primero en caer, el valiente líder del 1J4 Juan Miguel Román va en su auxilio en un noble gesto que le costo la vida. Dos lideres de dos grupos progresistas, enamorados de su país como pocos han existido y existirían en los años por venir. Un gesto que debe quedar grabado en la memoria de todos los dominicanos como un ejemplo de unidad de fuerzas progresistas, de confianza mutua y decoro.
Hombres valerosos de los cuales la Patria no podía prescindir para el difícil futuro que le esperaba, dominado por la corrupción, los antivalores, el oportunismo y la decadencia total de la política en la Republica Dominicana.
En las primeras horas de la noche corre la noticia, noticia triste de la que se dice envolvió la zona de la libertad en un profundo dolor. Pero en el firmamento y en lo profundo del alma del pueblo se escribieron nombres que sirvieron y servirán de alimento para que los sueños de una vida mejor, más justa y equitativa, de una verdadera independencia económica se hagan realidad y muestren el camino con su luz a los nuevos dominicanos.
Morir? todos moriremos algún día, aquellos que saquearon el país y mataron lo mejor de la juventud dominicana, aquellos asesinos también morirán, aunque sea de viejos. Los que mataron a las Hermanas Mirabal morirán algún día; moriran los que asesinaron al Comando Central del 1J4 que se entregó en Manaclas, incluyendo a su más grande líder Manuel Aurelio Tavarez Justo, violando todo tratado internacional de guerra; los pilotos que ametrallaron la cabecera del puente Duarte morirán; el yanqui que disparó cobardemente al Coronel Fernández Domínguez y a Juan Miguel Román morira. Todos los personeros de aquella época morirán. Los que fusilaron al Coronel de Abril también morirán.
Pero nuestros héroes, no moriran. Ellos viven y nos muestran el camino. Y mientras exista esta Nación sus nombres estarán escritos con sangre en el alma del pueblo dominicano.
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