Qué destino el suyo, un héroe de su talla y de su temple,
un gigante para todos los tiempos, no merecía tan
despreciables contendores, tan bajos, tan miserables, tan cobardes…
Fragmento de HOMENAJE, de Juvencio Valle
Aquella noche apague la luz de la lámpara de la sala al leer las últimas líneas del libro El Fiero del autor Hamlet Hermann y la casa quedo a oscuras, pensé entonces que dicha oscuridad sería el capitulo siguiente de aquel libro del cual me despedía con pesar. Oscuridad posterior que reinó en la Rep. Dom. luego de la muerte de Caamaño.
Sentía que al colocar el libro en la mesa, colocaba mí fusil, para descansar luego de la faena.
Los diez años más intensos y más sangrientos, que ha tenido nuestro país, fueron narrados por el autor, con la mayor neutralidad que se puede permitir una persona que a la vez vivió los hechos narrados, con un sentido de autocrítica encomiable, sin pretender poner a nuestros héroes en un pedestal inalcanzable.
Aunque somos apasionados y conocedores de la historia de estos años, obtuvimos nuevos datos, que nos muestran la bajeza del enemigo que teníamos por delante.
En 1965 cuando Caamaño llegó al Palacio para deponer a los golpistas del régimen constitucional de Bosch y con el objetivo de la vuelta de este en lo inmediato, el trato dado a los triunviros fue distinto. Caamaño les informó que sus vidas serían respetadas.
Cuando los constitucionalistas tomaron a los prisioneros yanquis mientras estos entorpecían el futuro único de porvenir, y asesinaban y maltrataban al pueblo, sus vidas fueron respetadas.
Manolo Tavarez y Francisco A. Caamaño dos grandes dominicanos que fueron el Alfa y Omega de aquellos 10 Años (1963-1973), no fueron correspondidos con el mismo trato demostrando que se enfrentaban a un enemigo cobarde y asesino: Balaguer y sus generales, los golpistas de 1963, y los yanquis, sus amos.
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